22 de diciembre de 2011

CULTURA


Un amigo se va y otro llega
EL TUNARI se complaceen presentar al amigoAdolfo Cáceres Romero,consagrado escritor nacionalpara la dirección de laSección Educación y Cultura,en reemplazo de GonzaloMontero Lara, quiennos acompañó desde el primernúmero, con renovadoesfuerzo y pleno compromisocon el periodismo cultural.

Su alejamiento, pormotivos estrictamente personales,nos provoca un sentimientode gratitud ynostalgia.A tiempo de agradecerlea Gonzalo Montero, por suvaliosa contribución al periódicoEL TUNARI, ledamos la bienvenida a otroamigo: Adolfo Cáceres Romero,reconocido escritornacional y vasta experienciaen el periodismo.

Su esmeraday proficua prosa, dosificará,sin duda alguna, lavertiente cultural de los lectores.


ACEPTACIÓN
Por invitación del Dr.Julio Veizaga, me hagocargo de este espacio cultural,con el afán de orientar anuestros estimados lectoressobre el desarrollo artísticocultural de la región, el paísy el mundo.

Por una parte,nos ocuparemos de recuperarla obra de nuestros poetasdel siglo XIX,injustamente menospreciadosy echados al olvido;también nos ocuparemos delarte indígena, en sus distintasexpresiones; asimismo,despediremos al año 2011,señalando las obras más sobresalientesen nuestromedio, en un rincón especialdedicado a los lectores.

Finalmente,algo que siemprese ha reclamado, tendremosun espacio destinado a la críticaliteraria. Confiamos enque, con el correr deltiempo, esta página culturalvaya creciendo, con la estimaciónde sus lectores
Adolfo CáceresRomero




El árbol de Homero Carvalho
Literatura

El árbol de los recuerdos no es una novela regular y corriente, que se la puede leer
sin meditar y luego quedarse al margen de su contenido. Su tema es la vida, pero la
vida en concreto, con sus grandezas y miserias.

NOVELA
Me siento lector privilegiado de la obra de mi amigo Homero Carvalho Oliva; apenas terminó de redactar su última novela: El árbol de los recuerdos, ya me la hizo llegar. Sumergirme en sus páginas fue como ingresar, una vez más, en sus Reinos Dorados.

El árbol de los recuerdos\\\ La obra más reciente de Homero Carvalho.

El árbol continúa por esamisma senda de palabras mágicas,asociadas a la vida desu autor, más que nunca. Y cuando digomás que nunca, no sólo me refiero a suobra, sino a lo que cotidianamente vemosaparecer, ya sea en Santa Cruz de la Sierra–donde reside Homero–, o en cualquierotra ciudad boliviana. Las hojas delárbol que nos habla, son las de este libro.

Seguro estoy que en cuanto salga, seráuna de las novelas más festejadas de lanarrativa boliviana. Su enfoque es bastanteoriginal, a partir de sus protagonistas.Para ellos –me refiero a loscentrales–, o sea para Homero Carvalhoy Andrés Caicedo, lo importante está enrecuperar de la memoria aquello quepuede perecer, como de hecho ocurre,cuando uno de ellos desaparece.

La vidade Caicedo se extinguía y éste debía lucharcon la locura del Alzheimer.Siempre escuché decir que la literatura,la de creación –sea cuento o novela–consiste en saber mentir bien. Dehecho Onetti lo recalcaba cada que sele presentaba la oportunidad. En laspáginas de este árbol homérico, lasmentiras se hacen verdades; no, digomal, son verdades que van más allá dela creación; tal es así que, a la hora deenfocar su estudio, no faltarán quienesse pongan a dilucidar sobre la ficcionalidadde esta novela o, tal vez, sobre surelación con la realidad.

Por lo generallas obras van de la realidad a la ficción.El artista no puede crear al margen deella. Su obra, por muy fantástica quesea, saldrá de la realidad. Mario VargasLlosa nos lo aclara de una manera bastantelúcida, cuando, al analizar la narrativade Juan Carlos Onetti, dice:“Pero las obras literarias son también,aunque jamás únicamente, testimonioshistóricos y sociales. Lo son de una manerasutil, indirecta y contradictoria y,la mayor parte de las veces, con prescindenciade la voluntad de sus autores”.Y El árbol de los recuerdos no esuna novela regular y corriente, que sela puede leer sin meditar y luego quedarseal margen de su contenido.

Sutema es la vida, pero la vida en concreto,con sus grandezas y miserias.Ahí estamos todos los que formamosparte de su entorno, ya sea como amigoso no; aunque más vale definirse yno alejarse de un hombre cuya integridadnos ha sido palpable, en su hogar,en la sociedad y, sobre todo, en su trabajo,creativo o no, pero que lleva susello.Toda obra literaria oscila entre unadimensión realista o fantástica; consteque en la vida también hay fantasía ymucha, pero en la novela que Homeronos brinda, es difícil saber hasta dóndellega la ficción y, de la realidad, cuánimprescindible es lo que nos cuenta.

Algo que no hay que perder de vista esque en esta novela todo es verdad, hastala mentira. Homero es un creador netode “seres de palabras”. Sabe dar vida acuanto es objeto de su imaginación.Finalmente, percibimos que Elárbol de los recuerdos es una novelatierna y bien concebida; es diferente, noporque la realidad se hace ficción conmaestría, sino al revés: la ficción sehace realidad, con maestría. ¿Será posible?Desde luego que sí, la pruebaestá en esta obra, en sus personajes, especialmenteen esa dupla singular: HomeroCarvalho y Andrés Caicedo.

Sivamos a buscarle un referente directo,un modelo, con el que la filiemos comoborgiana o kafkiana, vamos a perder eltiempo; esta novela sale de la contemplaciónde la vida, de sus penas y alegrías;de la vida donde se dan todas laslocuras posibles, sin retórica; locurastan naturales como las hojas de eseárbol, pero eso sí, con recuerdos, muchosrecuerdos, inclusive aquellos quese han quedado en el tintero del autor.

Lo más interesante es imaginarsecómo son los recuerdos de los locos, dedos locos lúcidos, a pesar de sus vacíos.De lo que sí estamos seguros es quesiempre va a caer el telón de la noche,lo que no siempre implica ingresar enel ámbito de las tinieblas, sino más biende los sueños, y esos sueños son los quecobran vida en las páginas de este hermosolibro que, además, es actual y valientecomo pocos.



Poetas del siglo XIX
Si revisamos los juicios de quienes se han ocupado de evaluar a los poetas del romanticismo boliviano, encontraremos que, en su mayoría, a partir de Ignacio Prudencio Bustillo (1895- 1928), Páginas Dispersas (1946), los consideran poco relevantes; es más, Fernando Diez de Medina (1908- 1990), en su Literatura Boliviana (1953), dice que su obra es “borrosa, trivial, imitativa”.

El crítico Juan Quirós (1914-1992), en su Índice de la Poesía Boliviana Contemporánea (1964), se pregunta y responde de la siguiente manera: “¿Cómo eran los portaliras que en los primeros cinco lustros de la república compusieron sus versos? Eran rematadamente malos”.

Cómo podrían ser tan malos si entre esos primeros poetas están nada menos que María Josefa Mujía, Manuel José Cortés; Mariano Ramallo; Ricardo José Bustamante, Félix Reyes Ortiz, Néstor Galindo, Daniel Campos, Manuel José Tovar y Daniel Calvo. A partir de la próxima edición veremos cuán “rematadamente malos” eran.


El rincón de los lectores
Apreciado amigo lector abrimos este espacio para que nos hagas llegar, hasta el día martes 27 del mes en curso, tu notita, indicándonos qué libros nacionales de entre los que han aparecido este año te han gustado más, ya sean: poemarios, cuentos o novelas. Puedes dar hasta cinco títulos en cada uno de esos géneros.

Envía tu nota a la siguiente dirección:
Semanario “El Tunari”, calle Waldo Ballivián N° 312, entre Luis Uría y 20 de Diciembre. Quillacollo.
También puedes enviar por E-mail: eltunari@gmail.com

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