29 de enero de 2012

POLITICA

El Estado Plurinacional
Marcelo Varnoux Garay
Es politólogo y catedrático universitario.


La República es una “forma de gobierno” que establece las bases para la constitución de la democracia, la justicia, la libertad y la igualdad. Por su parte, el “Estado no es más que la estructura que adopta el poder político o la organización que reclama el monopolio de la violencia física legítima. Por supuesto, en los últimos tiempos, y ante el estrepitoso fracaso del socialismo real, algunos intelectuales de izquierda –especialmente en Europa– se entregaron a la tarea de construir tareas alternativas en torno a problemáticas culturales y étnicas que caracterizan a varios países del “tercer mundo”.

Así, se llega a la idea del Estado “plurinacional”, que presuntamente reconoce  incluye la diversidad étnico-cultural, bajo el paraguas de un integrismo estatista que, en el fondo, es una versión relativamente novedosa, pero no original, de las teorías estalinistas que consideraban a la sociedad parte del Estado y, en consecuencia, pasible de sufrir el cercenamiento de sus derechos y garantías políticas –reconocidos y protegidos en una república democrática– en beneficio de un ambiguo “fin común”.
Cuando, mediante Decreto Supremo No. 048 de marzo de 2009, el gobierno de Evo Morales determinó la sustitución de la denominación de “República” por “Estado Plurinacional” en realidad procedía a sepultar una institución que, más allá de sus defectos, había conseguido, especialmente desde 1982, promover los principios básicos de la democracia.

El “Estado Plurinacional” es el corolario de la construcción artificial de una entidad profundamente autoritaria, teocéntrica, altamente ineficiente, que replica los viejos defectos del “estatismo” boliviano. En los hechos, solo tiene valor como marco legal del ya desgastado “discurso del cambio”. No sirva para promover las instituciones de la democracia pluralista ni para generar mejores condiciones de vida entre los bolivianos.
Es, finalmente, el resultado de un experimento demagógico cuya existencia depende de la duración del gobierno de Evo Morales. Y es que no es posible sustituir los principios republicanos de libertad, justicia, igualdad y democracia, por entelequias que están pasando la factura al pueblo boliviano que, ingenua y mayoritariamente, creyó en un cambio en la forma de hacer política y gestionar sus intereses.




 
Renovación ministerial
Nuevo gabinete \\\ posesionados por Evo Morales.

La recomposición ministerial de 23 de enero último ha generado diversos comentarios  en los medios políticos, académicos, sociales y medios de comunicación; unos a favor y otros en contra con distintos fundamentos y Juan Ramón Quintana, que retornó al Ministerio de la Presidencia   fue el que recibió diversos ataques y comentarios de diverso tono.

La mayoría del equipo de colaboradores del presidente Evo Morales ha sido ratificado,  dos retornos: Juan Ramón Quintana, de la Presidencia y Pablo Groux, de Culturas y siete nuevos ministros: Juan José Hernando Sosa, de Hidrocarburos; Arturo Vladimir Sánchez, de Obras Públicas; Amanda Dávila, de Comunicación; Mario Virreyra, de Minería; Cecilia Ayllón, de Justicia; Juan Carlos Calvimontes, de Salud y Deportes; Felipe Quispe, de  Medio Ambiente y Agua y Carlos Romero fue removido   al Ministerio de Gobierno.

El tercer año del Estado Plurinacional presenta un  relativo  equilibrio entre lo técnico y político, pues, el Presidente ha preferido colocar  en puestos claves a personas con bastante experiencia en la resolución de conflictos sociales y demandas regionales. Juan Ramón Quintana, es uno de los operadores políticos  de más experiencia, motivo por el cual la oposición salió al frente, comparando incluso con Carlos Sánchez Berzaín  en la época de Gonzalo Sánchez de Lozada. Carlos Romero y  Juan Ramón Quintana, acaban de estrenarse en la solución del conflicto entre los departamentos de Chuquisaca y Tarija, superando una paralización de más de ocho días en el sur del país. Lo mismo aconteció en el departamento de Santa Cruz, con la intervención del Ministro de Hidrocarburos.

Al parecer y al fin el gobierno aprendió la lección de Caranavi y Yapacaní, donde  murieron cinco personas en enfrentamientos entre la policía y los pobladores. En ambos casos, los hechos se registraron por pugnas internas entre los masistas.
La  recomposición ministerial del gobierno refleja un relativo equilibrio entre lo técnico y político;  desapareció la equidad de género, una sola indígena en la cartera de Desarrollo Rural y Tierras y el resto son de clase media.  El Ministerio de Justicia, por ejemplo,  se presenta un cambio cualitativo: Cecilia Ayllón, con amplia experiencia en la judicatura  tiene al frente un gran desafío.  Dependerá en gran medida de sus colaboradores para  cambiar la imagen de la justicia boliviana.

En el mismo sentido,  el gobierno debe combinar lo técnico y lo político en la empresa petrolera, en  cuya administración se carece de un nivel técnico altamente calificado para llevar adelante el proceso de industrialización.


 


Rayos X
Las roscas en la política
Henry A. Pinto Dávalos


Alvaro García Linera, vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, a tiempo de destacar la elección de los nuevos miembros del Tribunal Supremo Electoral, afirmó que después de mucho tiempo en nuestro país, se estaban eligiendo funcionarios de un alto cargo estatal,  sin seguir “apellidos notables”, rompiendo “una nefasta tradición de las roscas y pequeñas oligarquías”, siendo por ello, una elección distinta, denuncia que contiene un fuerte sentido histórico, que devela no sólo una profunda historia de desarraigo y exclusión, poniendo en debate nuevamente el rol de las élites en la política.
En efecto,  dentro de la teoría política, existe un largo debate, sobre cómo hacer más democrático y participativo el ejercicio del poder, es decir, cómo evitar que la cosa pública, acabe convirtiéndose en una cuestión privada, donde familias o grupos de poder, sobrepongan sus intereses sobre la colectividad, existiendo autores como Gaetano Mosca, Pareto o Michels, quienes han afirmado que el ejercicio del poder, implica siempre la existencia de pequeñas élites, que se turnan en el ejercicio del poder; por su lado, Edwin Tapia Frontanilla, afirma que si bien han existido ejemplos notables de líderes populares que gracias a sus esfuerzos han logrado encumbrarse en los más altos espacios del poder estatal, empero, una vez allí, nunca más volvieron a ser los mismos de antes, convirtiéndose en una nueva élite o rosca dominante.
En el caso de Bolivia, la historia de las roscas data de larga tiempo; justamente, fueron pensadores nacionalistas como Zavaleta, Almaraz y Montenegro, quienes denunciaron la existencia de un poder paralelo al Estado conocido como la “rosca minero-feudal”, que administraba prácticamente los hilos del “Superestado Minero”, manejando a su gusto y antojo el poder, por encima y al margen de las autoridades oficiales; a su turno, el sociólogo Lorgio Orellana, sostiene que en el rol de las roscas en nuestra historia no es casual, ni anecdótico, sino estructural, es decir, las roscas constituyen el “modo normal de la reproducción del poder político en Bolivia”, hechos que nos muestran que si bien la política y la administración del Estado, en ciertos momentos, puede tornarse democrática, participativa y plural, empero, con el devenir del tiempo, son unas pequeñas élites las que acaban concentrando el poder.
Actualmente, si bien es cierto que Bolivia,  con el arribo del MAS al gobierno, se han desplazado a las élites tradicionales que durante 25 años habían manejado los hilos del poder estatal, empero, nada nos garantiza que los nuevos gobernantes, de extracción más popular, acaben convirtiéndose en nuevas élites, con los mismos vicios y defectos que las anteriores, tal como parece estar sucediendo, donde muchos líderes indígenas que constituían la supuesta reserva moral del bloque emergente como Patzi, Mamani, Ramírez o Surco,  han demostrado ser tan mortales e imperfectos como el común de los bolivianos.
Por ende, la afirmación formulada por nuestro Vicepresidente si bien expresa una aspiración de los nuevos gobernantes, empero, la reflexión no debería importar tanto a los signatarios de grandes apellidos de alcurnia, ahora desplazados de los salones exclusivos del poder político, sino a los miembros de esa nueva clase dirigente, que como cualquier mortal, pueden sucumbir en las delicias del poder y acabar convirtiéndose en nueva élite, quizás más perversa y nefasta que la anterior.

* Presidente de la Asociación Boliviana de Ciencia Política.

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